
Todo empezó en el autobús. Ese día lo cogí a las siete y veinte de la mañana, como cualquier otro día. Entonces vi a un chico de aproximadamente mi edad, de pelo negro alborotado, ojos castaños y graciosa nariz. Era un chico sencillo, normal pero muy guapo. Sin dudarlo, me senté enfrente suyo. Y todos los demás días lo mismo. Nos mirábamos sin decir una palabra, pero deseando romper la barrera de hielo que nos separaba. Todos los días me despertaba lo más pronto posible para poder sentarme enfrente suyo o en un asiento con vistas al misterioso chico. Uno de esos días llegué y me senté en un asiento delante de una señora, pero con buenas vistas al chico. En la siguiente parada se subieron otras cuatro señoras más y una de ellas dijo con su voz irritante:
-Bueno, parece que nos han quitado el sitio.
Yo noté que era una indirecta para que les dejase el sitio pero yo en cambio me asenté fuertemente y me aferré a mi mochila para demostrarle que iba a permanecer allí costase lo que costase. Y los días pasaron, días en los que soñaba despierta con el chico. Cuando el agarraba su mochila indicando que había llegado a su parada yo le miraba suplicante a los ojos deseando con toda mi alma que no se marchase. Y ahora me he dado cuenta de la suerte que tengo de poder dormir a su lado todas las noches, de que sea el padre de mis hijos. No me acuerdo bien de como empezamos a salir, pero lo que sí recuerdo es que fueron los mejores días de mi vida. Besos fugaces a escondidas, miradas silenciosas llenas de palabras, noches abrazados. Y al fin se ha convertido en mi amor, en el padre de mis hijos.Verle todas las mañanas es un sueño, porque TE quiero.